domingo, 8 de marzo de 2009

Maria Beatty (II)



Me da vergüenza haber tardado más de un mes en publicar una nueva entrega, pero febrero es un mes corto, raro, un mes que, en mi caso, me ha resultado más corto y me ha salido muy raro.
Retomo mi relación con Maria Beatty en Nueva York, meses después de su visita a Barcelona. Estamos en los primeros meses de 1999, creo (quienes no hayan leído la primera parte y tengan interés en hacerlo pueden revisar las entradas del mes de enero). Nueva York en enero suele ser una ciudad gélida, fría, desapacible. Sólo le salva eso, que es Nueva York.
Maria vivía en el Village, en un pequeño, confortable y probablemente caro dúplex. Bebimos vino blanco, bastante, y hablamos de cómo se financiaba la producción de sus películas mediante su trabajo como sumisa profesional en Pandora´s Box, reconocido gabinete de sadomasoquismo. Algo sobre ese trabajo de Maria se puede ver en "Fetichistas", documental del muy premiado Nick Broomberg ambientado en el local neoyorquino, aunque, supongo que debido a ese puritanismo anglosajón que penaliza casi todo, Maria aparece como cliente y no como trabajadora.
Acabadas las botellas de vino, fuimos a cenar a un restaurante temático, con carta de platos de corte sadiano y camareros decorados con collares y arneses. El propietario era un chico latino, muy amigo de Maria y el ambiente era distendido pero algo caricaturesco. Entre camareros y camareras improvisaban pequeños espectáculos de spanking, pero a pesar de ser un local de moda, con cierto tono chic, el día que yo estuve había un par de despedidas de soltero o soltera y varios grupos ruidosos. Nunca he sido un purista de las esencias bdsm, creo que está bien tomar las cosas con cierta distancia, pero aquello resultaba decadente y destilaba un tufillo descaradamente comercial. No recuerdo el nombre del local, aunque no se me olvida que estaba muy cerca del legendario Chelsea Hotel. No creo que exista en la actualidad, al menos con esas características, pero si alguien quiere buscarlo tiene la referencia del hotel donde Syd Vicious acabó sus días y dónde Andy Warhol rodó Chelsea Girls.
La noche con Maria terminó en una especie de afterhours a mitad de camino entre lo gótico y lo punkarra, un espacio en el que casi todo parecía permitido, distribuido en varios ambientes y poblado por personajes indescriptibles.
Me he vuelto a encontrar con Maria hace un par de años, de nuevo en Barcelona y de nuevo en el Ficeb. Yo formaba parte del jurado del Premio Tacón de Aguja y ella había presentado una película a concurso. Vino con otra novia y no quiso actuar en el ahora denominado Club Bizarre, algo no le gustó. Apenas cruzamos unas cuantas frases hechas. Ganó el premio a la mejor película con Ectasy in Berlin.
El tiempo y el espacio enfría las relaciones, pero nunca olvidaré aquella noche por Nueva York, el vino blanco de su casa y todo lo que aprendí y viví de la mano de una amiga deliciosa, una mujer entregada y una embajadora exquisita.
Gracias a ella vendrían después mis visitas a The Vault, al Hellfire y a otros reconocidos y reconocibles locales del bdsm neoyorquino. Pero esa, como diría Billy Wilder, esa ya es otra historia.

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